Comentario
Capítulo XLVI
Cómo empezaron las diferencias entre Huascar Ynga y su hermano Atao Hualpa
En el tiempo que esto se hacía en Tomebamba, Huascar Ynga mandó hacer los edificios de Calca en el Cuzco, y sacó juntamente con una visita infinita cantidad de indios para su servicio, llamados aylloscas, que fueron los yauyos, cajas y huambos, que es junto a Caja Marca, los chumbiuilcas, canas y corazoras, que son los de Paria. En esta ocasión estuvo Huascar Ynga en el Cuzco, siempre con grandísimo sosiego, sin entender en otra cosa de guerra ni de conquista, sino de holgarse y darse a vicios de comer y beber y regocijos y placeres con los principales de los suyos, pero siempre con recelo y muestra de poca voluntad a su hermano Atao Hualpa, que estaba en Quito.
Para acabar de confirmar su sospecha y poca aficionada voluntad a su hermano Atao Hualpa, le llegaron en este medio mensajeros del gobernador de Tomebanba y del cacique principal de los cañares, llamado Ocllo Calla, diciendo que Atao Hualpa había hecho grandes palacios para él y so color destos había levantado para sí otros de mejor fábrica y más suntuosos, y que se trataba y hacía servir como si fuera Ynga y señor, con mucha majestad y aplauso, siendo en aquellas provincias reverenciado con gran acatamiento. Oídas estas nuevas por Huascar Ynga, recibió dellas, como estaba con mala voluntad, infinito enojo, y de nuevo comenzó a hacer pesquisa de la quedada de Atao Hualpa en Quito. Y sobre ello riñó ásperamente con su madre, porque le había encubierto algunas cosas de las que allá a la partida habían pasado.
Dentro de ocho días le llegaron mensajeros de Quito enviados por Atao Hualpa, los cuales trajeron muchas cosas, estando Huascar Ynga en Calca, y entre otras cosas de ver le envió la traza y modelo de los palacios que le tenía hechos y mucha cantidad de ropa, de pedrería y plumería muy rica, y Huascar Ynga, habiéndolas visto con desdén y menosprecio, dijo a los mensajeros: para qué me envía mi hermano estas cosas a mí; piensa por ventura que acá no las hay y que me faltan acá. Las tengo yo mucho mejores que no allá, y los oficiales que las hacen y él tiene allá consigo son míos y no suyos. Entonces Ynga Roca su consejero le dijo que decía mucha verdad y tenía gran razón en todo y Huascar Ynga, con el enojo y cólera que estaba, mandó echar toda aquella ropa en el fuego en que se estaban calentando por ser de mañana, y se quemó toda sin que se escapase nada de la furia del fuego. Y vuelto Huascar a los embajadores de su hermano les dijo palabras injuriosas y sin mirar el derecho que siempre a los tales, aun entre los muy bárbaros se guardó, mandó matar a algunos dellos, y de los cueros hizo que se hiciesen tambores para sus taquies.
Chuqui Huipa, hermana y mujer de Huascar, muy triste de lo que había pasado, porque quería mucho a su hermano Atao Hualpa, mandó secretamente llamar los mensajeros que habían sido reservados con la vida y les preguntó por su hermano, y les contó la mala vida que la daba su marido Huascar y el enojo que había tenido con su madre y cómo la había afrentado de palabra, y los mensajeros oyendo estas cosas, y considerando no estaban seguros de otro tanto que como a sus compañeros había sucedido, trataron de volverse a Quito y quitarse de la presencia de Huascar Ynga, tan airado contra su señor Atao Hualpa. Pidiéronle licencia para volverse adonde habían venido, y Huasca Ynga se la dio y dijo que se fuesen muy presto y dijesen a su hermano Atao Hualpa que, en llegando ellos, se despachase y se viniese al Cuzco dejando buena orden y recaudo en lo de allá, en las fronteras y que no esperase segundo mandato suyo.
Salidos estos mensajeros del Cuzco, caminaron con el miedo que llevaban a grandes jornadas y llegaron a Atao Hualpa, que estaba en Tomebamba, y muy por extenso le refirieron lo que su hermano Huascar Ynga decía, y cómo con mucho menosprecio y desdén había quemado toda la ropa rica que le había llevado en su nombre, y muerto a algunos dellos y de los cueros hecho tambores, y más lo que su hermana Chuqui Huipa les había contado y, en conclusión, cómo le mandaba su hermano que se aparejase y muy brevemente se fuese al Cuzco, porque así convenía. Oído esto por Atao Hualpa, recibió infinita tristeza dello, no sabiendo qué medio tomar, porque si iba al Cuzco temíase de la indignación de su hermano, que con tan poca ocasión había muerto a otros que allá estaban, y a gran número de capitanes que en la guerra habían servido a Huayna Capac, su padre, por sólo sospechar. Viéndole en esta confusión Ulco Colla, cacique de los Cañares, y Ato le dijeron: para qué señor estáis triste y penoso, haceos ynga y señor, que tan hijo sois de Huayna Capac como Huascar, vuestro hermano, y mejor lo merecéis vos por vuestra persona, que no él, que toda su vida gasta en vicios y borracheras. A estas palabras Atao Hualpa, aunque le debió de holgar en lo interior de su corazón, si tenía ánimo de rebelarse contra su hermano, no respondió cosa ninguna por no dar muestras dello.
Y porque la gente y soldados que con él estaban no entendiesen que estaba melancólico y triste, y viéndole así se alborotasen, otro día siguiente mandó hacer grandes fiestas y regocijos y los entretuvo con semblante alegre y de placer. Y de nuevo tornó a llamar los mensajeros que del Cuzco habían vuelto, y se informó muy despacio dellos de todo lo que les había sucedido con Huascar y lo que les había dicho, y de Chuqui Huipa su hermana y de lo que había en el Cuzco y del modo del gobierno de su hermano, capitanes y consejeros. De allí a algunos días, sin hacer caudal del mandato de su hermano, se volvió a Quito, tomando de su propia autoridad las andas ricas que su padre Huayna Capac había dejado en Tomebamba, y las más ricas y preciosas ropas que había en los depósitos, hechas para su padre, porque tenía de costumbre, donde quiera que llegaba el Ynga, todas las vestiduras que se ponía en aquella parte las guardaban como reliquias para tenerlas allí siempre, y de las que había en Tomebamba tomó Atao Hualpa y se las vistió, lo cual no se podía hacer si no era por mandado del Ynga, y así se fue con grande aplauso y acompañamiento a Quito.
Visto por Ullco Colla y Ato, que eran los que para ello le habían dado consejo con ruin intención de revolver a los dos hermanos, su partida a Quito, despacharon mensajeros a Huascar Ynga, y le enviaron a decir cómo Atao Hualpa había tomado las andas de su padre y sus vestidos y aderezos, que estaban en los depósitos y se los había vestido y se iba con gran majestad hacia Quito y que les parecía se quería rebelar, pues no había hecho caual de su orden, en que le mandaba no se volviese a Quito. Huascar Ynga, como oyó estas nuevas tomó más odio con los capitanes que habían venido desde Quito con el cuerpo de su padre, porque habían dejado allá a su hermano, y luego mandó llamar a todos los de su consejo y trató del negocio pidiéndoles le dijesen lo que en este caso haría con su hermano, pues así menospreciaba sus mandamientos y se había ido a Quito en lugar de venirse a su llamado. Entre todos se acordó que sin ninguna dilación se enviase a prender a su hermano, sin que ello entendiese, porque no hubiese más alborotos, y lo cogiesen descuidado. Pero aunque en la prisión convinieron, en el modo discordaron, que otros dijeron que no fuese así, sino que se despachase gente que lo trajese preso por si se pusiese en defensa. A este parecer se animó Huascar Ynga, y envió un capitán llamado Ato y le dio gente en el Cuzco y comisión, que desde Tomebamba fuese todo el ejército que allí había de Cañares, y Ullco Colla su cacique con ellos. Y así salió Ato con la gente que se le dio del Cuzco, y a grandes jornadas llegó a Tomebamba donde hizo mucho número de gente de los Cañares y Tomebambas, y partió con ello hacia Quito a prender a Atao Hualpa si se pusiese en defensa.